En relación a los aspectos a mejorar sobre la educación en España que nos presentó Xoan, me gustaría comentar el artículo que trata el punto sobre la necesidad de una mayor implicación de las familias en la escuela.
En el texto se nos presenta la medida que ha adoptado un instituto en Madrid para tratar de mejorar la convivencia en clase. En concreto, se trata del IES Las Musas, donde una serie de profesores y alumnos voluntarios ejercen de intermediarios para solucionar los conflictos que se puedan producir. Este modelo parece funcionar en el centro, pues logra evitar que pequeñas rencillas escalen de magnitud hasta convertirse en problemas mayores.
A pesar del aparente éxito que tiene este programa, me surgen varias dudas al respecto:
1. ¿Se puede llegar a institucionalizar propuestas como esta?
2. ¿Cómo controlar el poder que se le otorga a los voluntarios?
3. ¿Cómo evitar que se estigmatice a los voluntarios?
4. ¿Cómo se asegura que tras la mediación se cumpla el acuerdo?
5. ¿Por qué no hay ningún padre implicado en el proyecto?
En el texto, una profesora apunta a la inviabilidad de que esta propuesta dependa enteramente de que la figura del intermediario la ejerzan personas voluntarias que deciden emplear parte de su tiempo libre en gestionar los conflictos. Sin este componente vocacional y altruista resulta difícil creer que una medida así pueda funcionar fuera del clima resolutivo que ha creado el centro escolar ante los conflictos. Para que esto se pueda replicar como modelo, habría que contratar a un profesional con el conveniente salario que acredite su labor, por lo que aunque sea lo ideal, medidas como esta dependen enteramente de la predisposición del entorno escolar para generar una convivencia agradable. A expensas de que desde instancias superiores se dedique parte del presupuesto a contratar profesionales que se encarguen de esta labor, me parece que la única alternativa es conseguir un cambio de mentalidad tanto en los estudiantes, como en el docente y, sobre todo, en los familiares.
En el texto se comenta que el cuerpo de voluntarios está integrado por docentes y parte del alumnado, pero la familia brilla por su ausencia. Lejos de pedir que ejerzan de intermediarios en el centro; básicamente por el tiempo y dedicación que se necesita, creo que pueden desempeñar una función complementaria, como puede ser brindar mayor atención en casa a sus hijos o una educación más adecuada. En varios de los casos que se exponen en el artículo para conocer la gestión de problemas que realizan los voluntarios, podemos apreciar que, en su mayoría, son conflictos que se podrían solucionar si los parientes del alumnado estuviesen más implicados en la educación de los mismos.
El caso del grupo de chicas que eran amigas y una de ellas se separó y esto provocó que se riesen de ella en las redes sociales, podría haber sido prevenido o; en el peor de los casos, minimizado su impacto, si los padres de las acosadoras se hicieran responsables del uso que hacen sus hijas de las redes. Ya sea limitando su uso, o mediante herramientas de control parental.
En el caso de Juan recibiendo mensajes de Ana, la actitud de la chica puede ser desencadenada porque en su casa no le han enseñado a recibir un "no" por respuesta, lo que ocasiona que se encapriche con Juan y no acepte el rechazo.
En el cao de Eva contándole a una amiga que Mateo le ha pedido salir, también se puede percibir una ausencia de los padres, pues Eva parece mentir para recibir la atención de su amiga. En una situación normal, no tendría que recurrir a estrategias como esta si se sintiese lo suficientemente válida como para ser digna de ser percibida por sus iguales, por lo que podrían haber insuficiencias afectivas.
(Dicho esto, nada asegura que la realidad se corresponda con mi opinión sobre los casos, meramente me limito a lanzar hipótesis más o menos plausibles en base a los escasos datos que se apuntan).
Por último, creo sin duda que implicar en un nivel mayor a las familias en la escuela es un reto a superar en lo que refiere a la educación española, pues a pesar de lo necesaria que es su intervención, se percibe como algo de menor importancia, pues el trabajo, la gestión personal y anímica de los padres y un sinfín de elementos, se erigen como tareas que demandan más prioridad y esfuerzo, pues de ello depende el bienestar de la familia. Sin embargo, esto hace que detalles necesarios como puede ser: estar atento a las necesidades de los hijos, percibir las señales de que algo anda mal en su comportamiento; o una plétora de problemas que puede atravesar el alumnado, queden desatendidos a expensas de que en algún momento alguien sea capaz de detectarlo.
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